MOMIAS DE
PICANTONES A LA AMENOFIS IV (RECETA EGIPCIA)
Ingredientes: Dos pollos picantones, una bolsa para hornear, una bolsita de hierbas
provenzales, aceite, sal y pimienta. Guarnición: patatas o
verduras.
Preparación: La víspera, átense los picantones
para que no disparen patas y alas por doquier; a continuación
expándanse con alegría sobre los picantones casi todas las hierbas
provenzales, dándoles la vuelta para que queden bien
impregnados.
Al día siguiente, córtense las patatas en
rodajas de un dedo, espéciense con un poco de pimienta verde molida
y el resto de las hierbas provenzales. Introdúzcanse las patatas en
la bolsa de asar al horno a modo de lecho, cama o yacija; a
continuación, sálense los picantones e introdúzcanse también en
la bolsa sobre las patatas. Añádesele al conjunto un chorrito de
aceite de oliva y ciérrese herméticamente la bolsa con el papelito
con que viene acompañada.
Alecciónese al consorte (dado que una ha
de cumplir fielmente con el horario laboral) con las siguientes
instrucciones: precalentar el horno a 200º durante unos minutos;
introducir la bolsa en un recipiente ad hoc, pinchándola previamente
para evitar que explosione (con los consiguientes efeztos
colaterales) y a continuación bajar la temperatura del horno a 150º,
introduciendo el bicho y manteniéndolo allí durante 45
minutos.
Una vez pasado ese tiempo, extráigase el asado del
horno, córtense la bolsa y el hilo grueso con unas tijeras y llévese
a la mesa, donde aguardan los comensales expectantes y babeando (se
da por hecho que hablamos del almuerzo a eso de las 15.30 de la
tarde, tras una dura jornada de trabajo).
Una vez cortada la
pechuga y comprobado que los pincantones están totalmente crudos,
así como las patatas, júrese en cuantas lenguas vivas y/o muertas
se conozcan; a continuación, búsquese frenéticamente en el armario
algo comestible que echarse al estómago mientras se continúa
jurando (en el caso de mi santo, en portugués) acompañado por el
resto de los comensales, que en estos momentos tienen un brillo
asesino en la mirada y afilan sus cuchillos mientras miran con aire
calculador las generosas proporciones de aquí, la que suscribe, para
calibrar a cuánto tocan por cabeza.
Introdúzcase el asado
nuevamente en el horno, sin bolsa ni ná y a tomar por saco, esta vez
subiendo la temperatura a 180º.
Extráigase del armario una
lata de salchichas frankfurt y caliéntense al microondas, siempre
sin dejar de jurar (esto último es muy importante para descargar
adrenalina) mientras quien suscribe procura guarecerse de los ataques
indiscriminados de los cuchillos comensaleros.
Rúmiense las
salchichas con ensalda mientras alrededor se masca la tragedia y el
silencio es tan sólo roto por el documental de turno de La 2 (veinte
veces el consabido ñu devorado por un cocodrilo. Qué suerte tiene
el condenado del cocodrilo, leñe).
Una vez finalizado el
festín salchichero, recójase la mesa, déjese la cocina como el
jaspe y súbase suspirando a la planta primera para dar rienda suelta
a la frustración a través del Féisbus.
Tres horas y media
más tarde y con un grito de horror, cáigase en la cuenta de que los
picantones de los cohones (hoy me siento poeta, de ahí la rima)
llevan tres horas y media en un horno a 180º. Bájense de tres en
tres las escaleras y apáguese el horno mientras más juramentos y
una densa nube de humo invaden el éter por doquier. Extráiganse los
cadáveres momificados de los picantones y con ayuda de un taladro
cementero inténtense soltar las patatas necrosadas del fondo de la
fuente, a lo que se niegan ferozmente.
Abrase la tapa del cubo
de la basura e introdúzcanse los Amenofis IV con gesto de "que
os vayan dando".
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