martes, 24 de marzo de 2020

MOMIAS DE PICANTONES A LA AMENOFIS IV (RECETA EGIPCIA)

Ingredientes: Dos pollos picantones, una bolsa para hornear, una bolsita de hierbas provenzales, aceite, sal y pimienta. Guarnición: patatas o verduras.

Preparación: La víspera, átense los picantones para que no disparen patas y alas por doquier; a continuación expándanse con alegría sobre los picantones casi todas las hierbas provenzales, dándoles la vuelta para que queden bien impregnados.

Al día siguiente, córtense las patatas en rodajas de un dedo, espéciense con un poco de pimienta verde molida y el resto de las hierbas provenzales. Introdúzcanse las patatas en la bolsa de asar al horno a modo de lecho, cama o yacija; a continuación, sálense los picantones e introdúzcanse también en la bolsa sobre las patatas. Añádesele al conjunto un chorrito de aceite de oliva y ciérrese herméticamente la bolsa con el papelito con que viene acompañada.

Alecciónese al consorte (dado que una ha de cumplir fielmente con el horario laboral) con las siguientes instrucciones: precalentar el horno a 200º durante unos minutos; introducir la bolsa en un recipiente ad hoc, pinchándola previamente para evitar que explosione (con los consiguientes efeztos colaterales) y a continuación bajar la temperatura del horno a 150º, introduciendo el bicho y manteniéndolo allí durante 45 minutos.

Una vez pasado ese tiempo, extráigase el asado del horno, córtense la bolsa y el hilo grueso con unas tijeras y llévese a la mesa, donde aguardan los comensales expectantes y babeando (se da por hecho que hablamos del almuerzo a eso de las 15.30 de la tarde, tras una dura jornada de trabajo).

Una vez cortada la pechuga y comprobado que los pincantones están totalmente crudos, así como las patatas, júrese en cuantas lenguas vivas y/o muertas se conozcan; a continuación, búsquese frenéticamente en el armario algo comestible que echarse al estómago mientras se continúa jurando (en el caso de mi santo, en portugués) acompañado por el resto de los comensales, que en estos momentos tienen un brillo asesino en la mirada y afilan sus cuchillos mientras miran con aire calculador las generosas proporciones de aquí, la que suscribe, para calibrar a cuánto tocan por cabeza.

Introdúzcase el asado nuevamente en el horno, sin bolsa ni ná y a tomar por saco, esta vez subiendo la temperatura a 180º.

Extráigase del armario una lata de salchichas frankfurt y caliéntense al microondas, siempre sin dejar de jurar (esto último es muy importante para descargar adrenalina) mientras quien suscribe procura guarecerse de los ataques indiscriminados de los cuchillos comensaleros.

Rúmiense las salchichas con ensalda mientras alrededor se masca la tragedia y el silencio es tan sólo roto por el documental de turno de La 2 (veinte veces el consabido ñu devorado por un cocodrilo. Qué suerte tiene el condenado del cocodrilo, leñe).

Una vez finalizado el festín salchichero, recójase la mesa, déjese la cocina como el jaspe y súbase suspirando a la planta primera para dar rienda suelta a la frustración a través del Féisbus.

Tres horas y media más tarde y con un grito de horror, cáigase en la cuenta de que los picantones de los cohones (hoy me siento poeta, de ahí la rima) llevan tres horas y media en un horno a 180º. Bájense de tres en tres las escaleras y apáguese el horno mientras más juramentos y una densa nube de humo invaden el éter por doquier. Extráiganse los cadáveres momificados de los picantones y con ayuda de un taladro cementero inténtense soltar las patatas necrosadas del fondo de la fuente, a lo que se niegan ferozmente.

Abrase la tapa del cubo de la basura e introdúzcanse los Amenofis IV con gesto de "que os vayan dando".

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